Entrevista
Fue el viernes 5 de Septiembre del 2008 por la tarde y me dirigía a Av. Del Trabajo 731 de la localidad de Florencio Varela. Allí en la Asociación Civil “La Conurbana” me encontré con Roberto Cesan, pampeano, nacido en 1945, actor, director y profesor de teatro, que supo estar al frente de la dirección de la casa de cultura de Florencio Varela, entre su dedicación a la docencia, al arte actoral y su gran pasión por el cine. Recuerdo largometrajes cómo “Antonio Gil Núñez, La Leyenda” y también el futuro largometraje a concretarse sobre la vida y obra de “Guillermo Enrique Hudson”. Hoy, porque cumple un rol social más que importante dentro de la cultura varelense, quise conocer un poco más sobre el.
Llegué a las cinco de la tarde en punto cómo lo acordado, toque timbre, apareció Roberto y amablemente me hizo pasar al living de su casa, de esa hermosa Asociación Civil que dirige junto a Zulma Olivetta en la comuna de Florencio Varela. Entre una breve charla de mutua actualización, ya que nos conocemos con Roberto desde el 2006, no quise perder el tiempo y me dispuse a comenzar así:
— ¿Quién es Roberto Cesan? ¿Donde nació? ¿Cómo fue su infancia? Mejor dicho ¿De dónde surge esa vida artística por la actuación?
Se lo nota enérgico y entusiasmado por la entrevista que ya comienza en el living de su casa. Quizás porque quiera despacharme rápido y/o realmente se encuentre dispuesto a aflorar toda su persona. No obstante, hay que destacar su predisposición positiva para recibirme y querer disfrutar de este momento.
— Bueno… Yo nací… (hace una pausa y retoma) ¡vos sabes! que yo tenia un espectáculo unipersonal que empezaba así: “Yo nací en un pueblito de la pampa… pero de chiquito mi familia se trasladó a otro pueblito del Gran Buenos Aires y desde allí comencé a sentir el aroma de la ciudad, el hollín de las ciudades”. (Con simpatía y simplicidad continúa con sus palabras) Yo nací en Eduardo Cazteca, en La Pampa y cuando tenía dos años mi familia se traslado a Haedo, provincia de Buenos Aires. Ahí viví hasta los veintidós años que me casé y me mudé a Capital Federal. Pero hasta los veintidós años pasaron un montón de cosas. En mi familia no hay antecedentes de gente que esté ni siquiera te diría dedicada al arte, porque puede haber algún músico, algún pintor, pero no nadie… (Me intrigó preguntar por sus familiares más allegados, me costaba creer que no hubiese motivación alguna en lo artístico).
— ¿Tú papa a que se dedicaba?
— Vos sabes que mi papá escribía, eso sí… (Eureka, ya empezaba a encontrar indicios de arte en la historia de mi entrevistado) me acuerdo que tenía un libro que debe andar por ahí, en el que escribía. Escribía poemas, relatos, cuentos, pero no era su profesión. El era mecánico. Y mi mamá era ama de casa, además daba clases de corte y confección.
— ¿Tenés hermanos?
— Si tengo a mi hermano que también es mecánico. Soy el más chico de dos hermanos. (Se toma un tiempo para meditar observando detenidamente hacia el suelo y vuelve enérgicamente a retomar el relato de su vida). Hice el secundario, que en principio lo deje y después lo volví a retomar. (Muy decidido en su palabra)Y me metí en la escuela nacional de arte dramático que era a la noche, de seis de la tarde a once de la noche. El IUNA que está ahora en la calle Juncal de Cáp. Fed. Ahí estudié cuatro años y después empecé a trabajar, de una cosa, de otra, un bolito.
— Bueno pero llegar a entrar al IUNA no tuviste previamente alguna motivación ¿De donde nace la actuación?
— No se… bien claro yo no lo tengo esto… (Se lo nota pensativo en su mirada y de pronto continúa sus palabras pero con una leve sonrisa dibujada en su rostro, la felicidad del recuerdo parece ser muy placentera) de muy chico mis viejos nos llevaban al teatro, a mi hermano y a mi, no había obras para chicos en esa época. Había obras que escuchábamos por la radio, escuchábamos Héctor Bate, Enrique de la Vardé (un personaje de Francia de la época de “Los Dumas”). Y entonces íbamos al teatro, eran compañías que hacían radio teatro y después iban a los pueblos, cuando iban por Haedo, Ramos Mejía, los íbamos a ver. Y sino nos traían al centro también, me acuerdo que veíamos a Tincho Zabala y Marianito Bausagra, dos actores de aquella época que íbamos a verlos, también a Eleonor Rinaldi una vieja actriz de aquella época… (Vuelve un poco de esos bellos recuerdos, para retomarlos brevemente después) Y bueno de ahí nace un poco mi vocación… me acuerdo que veníamos a mi casa y al día siguiente con mi hermano, a los pibes del barrio les contábamos la historia y la interpretábamos nosotros. Era algo muy gracioso, armábamos muñequitos de personajes que leíamos en las historietas, superman, batman, cuando tenía seis siete años. Ya después de grande empecé el conservatorio a los diecisiete años.
— ¿A los diecisiete años ya venías a Buenos Aires, a la Cap. Fed a cursar tus estudios?
— Yo trabajaba de cadete, terminaba de trabajar y a la noche me tomaba el tren en Haedo y me iba al conservatorio, Haedo de lo que es Florencio Varela está mucho más cerca del centro, media hora de viaje. Bueno y después la vida, que se yo…me casé… (Una leve sonrisa se dibuja en su rostro pensativo y larga una carcajada para terminar…).
— Adolescencia entre Haedo, trabajar e ir a estudiar al centro ¿Que es lo que te lleva a salir de Haedo en busca de tu rumbo, ir a estudiar al centro?
— (Otra breve y picaresca carcajada lo vuelca a pensar en una gran realidad) Ah, si sí ¡Y! ¡porque todo está en la capital!
— Es cierto, el centro cultural más grande que hay en el país esta acá en Buenos Aires. ¿Cómo sigue tu vida?
— Bueno, yo estudiaba, trabajaba y luego me metí en un elenco independiente… y empezamos a trabajar…y empezamos a armar cosas…dimos algunos espectáculos.
— ¿Cómo se llamaba el grupo?
— El Teatro Parnaso.
— ¿Aún existe?
— No, no está más… recuerdo que hacíamos obras de autores ingleses, obras de Ben Howard. Tenía diecinueve años por ese entonces. (Se lo nota pensativo, pero lo raro es que lo noto levemente tristón, razón por la cual levanto mis orejas fuertemente para escuchar lo que vendría) Luego me tocó hacer el servicio militar… A los veintidós años me casé y medio que me separé un poco del teatro y de lo que era mi vocación… (rápidamente apura su velocidad al hablar, cómo evadiendo, evitando hablar de esa época de su vida) después la retomé devuelta un poco más adelante, me metí en el teatro San Martín, hice algún que otro espectáculo en el teatro San Martín, y después ya cuando retomo un poco con mucha fuerza ya son muchos años después, tenía unos treinta y uno, treinta y dos años, y viene todo el golpe militar. (Quise preguntarle sobre cómo había vivido ese comienzo del golpe militar en el setenta y seis, pero no hizo falta. De su precedente velocidad al hablar se volcó a una cadencia con profundidad hacia cada una de las palabras que pronunciaba, se notaba que comenzaría a hablar de una época más que significativa en su vida) Entonces yo me voy a Necochea, medio exiliado, y allá Necochea era otro país, en Buenos Aires pasaba de todo y allá todo era más tranquilo. Llego y me dirijo a la municipalidad a hablar con el secretario de cultura, a ver que posibilidades había de hacer algo en teatro. Y caí justo porque la directora de teatro se había ido y no tenían. Entonces me propusieron armar un seminario, que armé con cinco materias, y empecé a trabajar ahí. Luego a los dos o tres meses llega una mujer de Buenos Aires, la nueva secretaria de cultura, Shauman, la mujer de un cantante de ópera Víctor de Marqués, un excelente Bajo que falleció no hace mucho. Y ésta mujer me nombra director del teatro. Así empecé a dirigir y de ahí en adelante no largué más. (Muy feliz se lo nota al pronunciar estas palabras, cómo si hubiese recordado el momento en el que su vida encontraba su destino)… (Piensa y continúa su relato) Me relacioné con otros grupos de la zona, con grupos de Mar Chiquita, me llamaban porque… a mi me da vergüenza decirlo pero era una realidad, yo llegue ahí y nadie sabía nada. Cuando empezaron a ver todos los trabajos que hacíamos nosotros, me empezaron a llamar de un lado, de otro y empecé a recorrer toda la zona. Así dirigí el elenco de Juárez, estaba Héctor Caloni un amigo mío, un actor de acá de Buenos Aires, el se fue y quedé yo a cargo del grupo. Eso fue Necochea hasta el año ochenta y tres, que ya me vengo a Buenos Aires. Después ya vino todo el tema de la democracia. (Quise preguntar sobre este acontecimiento, pero sus palabras seguían recordando su paso por el interior bonaerense, y la verdad era agradable escucharlo con esa pasión por su vocación). En esa época habré dirigido unos veinte, veinticinco espectáculos, con elencos siempre todos del interior, de Necochea, de Mar Chiquita, de Maipú. Acá ya en Buenos Aires empecé a trabajar un poco más la vida normal del actor, hacía algunos trabajos en televisión, alguna que otra cosa en cine, que se yo…un poco de todo. Y empiezo a trabajar en la comuna acá de Florencio Varela.
— Esa era la pregunta a la cual quería llegar. ¿Cómo fue que llegaste a Florencio Varela?
— Éramos muy amigos, seguimos siéndolo lo que pasa es que hace mucho que no lo veo, con Alejandro Mayol. El padre Alejandro, un cura que tocaba la guitarra. Estábamos en la casa de el un día y lo llama otro amigo nuestro… mirá vos cómo son las cosas. En el año setenta y tres cuando asume el gobierno Cámpora, a nosotros nos ofrecen ir a trabajar acá a provincia, y Alejandro va cómo director de asistencias técnicas y yo voy a trabajar con el, pero estuvimos muy poquito tiempo, fue un tiempo muy convulsionado. Y ahí conocimos a un muchacho que trabajaba en la comuna de provincia que se llama Julio Carpineti (Julio Carpineti fue un conocido intendente de Florencio Varela por su larga permanencia en la intendencia de la comuna varelense). Lo conocimos ese año. Diez años después en el ochenta y tres, voy un día a la casa de Alejandro y llama por teléfono Carpineti, a quien no veíamos desde hacía diez años, y dice: “mirá voy a ser intendente de Florencio Varela, casi seguro que voy a ganar las elecciones y necesito a alguien que venga a trabajar en cultura”. Y Alejandro me dice: “No pero yo ya estoy grande para ir a trabajar…pero bueno, yo voy pero si venís vos”. Bueno así nos prendimos y vinimos a trabajar acá.
— ¡Entonces hace más de veinte años que trabajas en la cultura varelense!
— Y sí, desde el año ochenta y cuatro
— ¿Arrancaste directamente como Director de la casa de cultura?
— No, era una secretaría y Alejandro estaba cómo secretario y yo era jefe de departamento. Y cuando empecé a trabajar en la casa de cultura, el estaba en otro lugar, en la calle pringles, en lo que era la dirección de cultura. (Se atenta de estar olvidándose un detalle que merece ser contado) Previamente a esto nosotros hicimos un espectáculo con Alejandro muy importante en la cancha de Vélez Sarfield que se llamó “La pasión según San Juan”, vinieron cómo cincuenta mil personas a verlo, era toda una manifestación religiosa, pero era un espectáculo, se hacía en el centro de la cancha. Acá no se hacía este tipo de espectáculos, después de eso se empezaron a hacer un montón de espectáculos más, pero hasta entonces acá no se hacía. A raíz de eso es que también venimos a trabajar acá. Estamos hablando de un espectáculo que fue tapa de clarín, de la nación, fue una cosa Grossa.
— ¡Y te mudaste a Florencio Varela!
— No siempre viví en Capital. Ahora tengo un departamento en Capital. Vivo un poco en Varela y otro poco en el Centro. Un poco acá y otro poco allá…
— Algo que me parece interesante es esto de que no estás solo en medio de este mundo relacionado al arte. Te acompaña Zulma Olivetta. ¿Cómo se conocieron con Zulma?
— En Necochea. Ella es de La Plata, se fue a vivir a Necochea y allá nos conocimos. Ella hacía teatro con un grupo de ella… (Nuevamente se le nota la emoción en los ojos y las palabras que continúan toman una cadencia muy especial) Vos mira cómo son las cosas, yo fui en el año setenta y ocho a Necochea a hacer un espectáculo infantil con unos amigos y en la calle, cuando salíamos a repartir volantes, nos cruzábamos con otro grupo en el que estaba Zulma. La conocí ahí… un hola, que tal y chau. Al año siguiente yo me voy a vivir a Necochea, en el año setenta y nueve, y ahí es cuando empiezo a trabajar en el teatro y la conozco verdaderamente, ya que era asistente del teatro. (Se lo nota muy feliz, recordar cómo ha conocido a la mujer de su vida, a su mano derecha, es algo que emociona. Razón por la cual espero un segundo. Disfrutar de este sentimiento es un lindo hincapié para ahondar en la gran labor social que ha forjado a través de su trabajo).
— Vos sabes que otro de los temas importantes que refleja tu carrera es el aspecto social en tus proyectos. El querer hacer y dar a los demás. Tengo entendido que dentro de esa labor has producido y dirigido películas, das clases y estás muy metido en ese ambiente social relacionado con la cultura. ¿Qué se siente o cómo es llevar más allá el arte de la actuación a ese punto?
— Sí, (vuelve en sí y analiza sus pensamientos críticamente) vos sabes que este es un tema porque, yo siempre relaciono lo artístico con lo social, sobre todo cuando uno da clases, cuando uno tiene que formar gente. Yo siempre digo que la formación no es siempre artística sino integral. Formar a una persona artísticamente implica formarla socialmente. Mostrarle que sociedad es en la que va a vivir, cómo va a vivir, y que cosas uno cree que puede modificarlas y que cosas son inmodificables. (Se lo nota serio y convincente en su discurso) Esto a mi me parece que debe ser el rol del maestro. No solamente informar, sino formar al alumno. En ese sentido con Zulma compartimos esta idea. Y ahora tenemos acá una asociación civil que no es casual. Una asociación civil implica una forma de acercarse un poco hacia lo social, pero como nosotros lo vemos desde el costado artístico, relacionamos lo artístico con lo social. Los chicos vienen acá y además de tomar las clases, conversamos mucho. A los chicos les falta mucha formación. Chicos de diecisiete dieciocho años que terminaron el secundario y hay cosas que las desconocen completamente. Quiero decir autores que desconocen, pensamientos que desconocen, formas de vida, estilos. ¡Y esto implica una charla verdad! Yo doy clases en la casa de la cultura, doy clases de teatro, primera clase quince, veinte, treinta alumnos, y les pregunto ¿Qué autores conocen? ¡Y no conocen a nadie! Les tiro un nombre por ahí, un nombre importante, que se yo… un autor nacional, ¡Gorostiza! Y nada. Bueno digo, algo por ahí más internacional, ¡Moliere! Y a alguno por ahí le suena, ¡Shakespeare! “Ah si”, me dice alguno, por Romeo & Julieta, pero la mayoría no lo leyó. ¡Ésta es la realidad! Digo esto porque me da la sensación de que si yo… (Se pone pensativo y su rostro brinda indignación por la realidad palpable que ve en algunos de sus alumnos)… a mi me gusta el teatro y yo he leído porque me interesa, pero si me interesara la danza me preocuparía por saber quién era Marta Graham, Miyinski, Isabela Duncan, para saber exactamente quiénes revolucionaron la danza.
— Y ¿Por qué pensás que esto está pasando?
— Me parece que la educación tradicional, el sistema educativo tradicional, es pobre. Es muy pobre y los maestros que tienen que educar, me da la sensación que no están a la altura de lo que tiene que ser la formación integral de una persona. Eso me parece… (Ya hemos estado hablando un buen rato y la entrevista está llegando a su fin. La sensación del lugar me brinda la necesidad de buscar un respiro en el dialogo, pero no puedo finalizar sin antes conocer cuáles son las expectativas a futuro de esta persona. Más cuando posee un historial digno e interesante para ser escuchado).
— Yo me preguntaba: el futuro, la proyección a futuro, ¿Qué es lo que te falta? ¿Qué es eso que decís: Me falta llegar a esto para sentirme orgulloso de la grata vida que me he forjado?
— Que pregunta eh… (Otra vez esa leve sonrisa característica en su rostro, que le permite un tiempo, cada vez que las preguntas lo mueven a meditar sobre su vida) Nosotros seguimos trabajando… es decir, hicimos la película del gauchito gil y ahora vamos a hacer otro semidocumental sobre la vida de Guillermo Enrique Hudson, que nació aquí en Florencio Varela, vivió treinta y pico de años acá, se fue a Europa y resultó uno de los escritores más importantes de su generación.
— ¡El famoso libro “El Ombú”!
— ¡Claro! “El Ombú”, “Allá lejos y hace tiempo” son sus libros más conocidos. Los escribió en Europa curiosamente. Su trayectoria cómo escritor es importantísima en todo el mundo, pero sus libros más importantes son los que hablan de lo que vivió acá en argentina. Una cosa muy curiosa…
— ¡Además es un Hito de la historia de Florencio Varela!
— ¡Y si claro!
— ¡Uno de los museos más importantes de nuestra comuna también!
— Exactamente… (Ahora con un tono de preocupación pero no dramática, nada que no se pueda solucionar) Bueno, yo te diría que me faltan consolidar algunas cosas. Consolidar esto ahora que nos metimos en el cine. (De nuevo noto esa emoción en sus ojos, que anticipan emotividad en sus palabras) El cine es una cosa que siempre me atrajo muchísimo. Pero muchísimo, me parece maravilloso. Una forma de expresión realmente muy bella, muy linda. Y bueno, lo que quiero es dedicarme un poco más que nada a eso.
— ¿Más que el teatro y la televisión?
— No, no… (Su emotividad se esfuma por unos segundos, solo para recordar a sus otros amores vocacionales que al fin y al cabo derivan todos de la misma acción: Actuar). A mi me gusta todo, pero el cine particularmente me atrapa. El teatro también ojo. Mira, ayer hablábamos con un amigo mío director de cine y me decía curiosamente… no se cómo fue pero me dice, “nó porque tal cosa lo tengo en esto y si nó lo bajas a papel” y yo le decía: “El papel curiosamente pasan los siglos y los libros quedan, cuando pasen cincuenta, cien años, vamos a ver si queda algún dvd, algún cd”, “van a quedar seguro, sin embargo el papel siempre queda”. Y el me decía: “Lo mismo pasa con el teatro, aparecen nuevas técnicas, cómo aparecieron la televisión, la radio, el cine, todo lo que tiene que ver con la tecnología que sirve cómo apoyo para el arte. Pero el teatro sigue viviendo, sigue estando y es porque tiene la magia del aquí y el ahora. El que está arriba en escena es un actor y lo que le está pasando es en ése momento y eso es importante, es indestructible”. Yo te decía que a mi me apasiona el cine, realmente me apasiona, pero ahora lo que estamos haciendo con los chicos es una obra que está saliendo muy bien y estoy muy metido con ésa obra. Es decir, no podría decirte que me gusta más una cosa que la otra.
— Convengamos, yo siento, que tanto el teatro cómo el cine están conectados. Muchos actores muy importantes del cine salieron del mundo del teatro. Es más, los actores se forman muchas veces con las técnicas actorales provenientes del teatro. Y hablando de este tema, tengo entendido que te has formado con personas muy importantes del ambiente, personas con gran jerarquía y renombre también. ¿Quiénes fueron esos mentores a lo largo de tu vida?
— Mira… (Su postura corporal en este preciso instante incita a prestar mucha atención, seguramente vendrán lecciones muy importantes en las próximas palabras, no se puede esperar menos cuando estimulamos a un maestro a erupcionar su conocimiento, su experiencia de vida, siempre tan rica hacia sus aprendices) Curiosamente, uno va aprendiendo de todo, yo tenía un amigo mío que decía eso: “De todos los directores uno aprende cosas”. Y yo de los que más aprendí… de Raúl Serrano me pareció el maestro, el más completo de todos, el tipo que te explica las cosas con una claridad. Juan Carlos Gené otro excelente maestro y director también. ¡El Negro Carella!, no era maestro, director, ni nada por el estilo, dirigió obras en las que yo trabajé y yo actué con el. (Ríe y recuerda alegremente un pasado memorioso, mucho más que bello) Mira, me pasó una cosa con el Negro Carella muy curiosa, a veces lo hablamos con la mujer. En la primer obra que dirigió, yo trabajé cómo actor y el ultimo telefilm que hizo, después falleció al poquito tiempo, yo trabajé cómo director y el cómo actor, hizo un papel espectacular de indio muy viejo. (Con emoción en su mirada) Fue un tipo sensacional del que aprendí muchísimas cosas. (Levanta su mirada para continuar) Y uno va aprendiendo cosas de distintas personas. O pequeñas cosas que te ayudan, que te sirven. A veces yo les cuento a los alumnos: “Vos lees el libro de Constantin Stanislavski, bueno bárbaro está bien, pero después en la vida real te pasan cosas que vos las vas incorporando. Bueno esto que decía Stanislavski está bien, pero a mi me pasa otra cosa”. Por ejemplo Stanislavski hablaba siempre del maquillaje interior, el decía: “no importa el traje, lo importante es lo que pasa por dentro”. Pero a mi me pasaba que me servía tener el traje, tener el bastón, tener el sombrero, conseguía mucho más fácil al personaje con esas cosas. Eso me diferenciaba de el, esas cosas te pasan, te van ayudando en la vida. Y hay personalidades que te apoyan para conseguir ciertas cosas. Alterio otro tipo bárbaro para trabajar con el, un loco total. Mucha gente con la que uno ha trabajado y con la que uno ha aprendido, (descansa un segundo en su discurso para pensar, se lo nota admiradamente pensativo, y continúa para terminar…) “siempre aprendes algo”.
— Recuerdo que alguna vez contaste en una de tus clases una anécdota que te pasó en la costa donde un actor muy conocido, Alfredo Alcón, estaba a punto de ingresar a dar función, y vos estabas ahí observándolo antes de que salga a escena. Contabas la importancia que el le daba a su trabajo, ya que se encontraba absolutamente nervioso, un tipo que siempre se sube al escenario para morir, dar todo.
— ¡Esto yo lo digo siempre! (Con tenacidad y firmeza en su voz), porque cuanto más reconocido sos más responsabilidad tenés. ¡Vos imaginate que Alcón no se puede equivocar! (Medita sobre sus precedentes palabras) Sin embargo es un ser humano y cómo a cualquiera le puede pasar equivocarse. (Con firmeza en su voz) Pero uno tiene una carga de responsabilidad muy fuerte, muy grande. (El tiempo se acota, ya que Roberto está a punto de comenzar una clase. No obstante, se brinda a un momento más, para hablar de uno de sus tantos orgullos, su hijo).
— Tu hijo se ha volcado por la misma vía de su padre. ¿Qué se siente cómo papá ver a tu hijo desarrollar la misma vocación?
— Muy orgulloso. (A fuerza de emoción su mirada se llena de orgullo y lo expresa con esas palabras) Muy orgulloso de que después de tanto tiempo que me anduvo dando vueltas, estuvo en psicología, educación, se pasó a arte, después dejó arte. Hizo todo el EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático) para hacer dirección de actores, se recibió ahí. Volvió a arte, se licenció en arte y ahora está trabajando cómo actor y está dando clases, esto es muy curioso (surge una risa en su rostro, de un merecido padre baboso) donde yo aprendí, en el conservatorio, en el IUNA. Realmente muy orgulloso, sobre todo porque nunca le dije nada, en ningún momento influí para que el decidiera ser lo que está haciendo.
Ya es tiempo de que nuestro respetado Roberto Cesan comience su clase en la Asociación Civil “La Conurbana” y de que nosotros aprendamos algo de el. Cómo bien dijo en algún momento de la entrevista: “Y uno va aprendiendo cosas de distintas personas. O pequeñas cosas que te ayudan, que te sirven”. Y vaya que nos sirven testimonios cómo este.
Gracias Roberto
Autor. Hermes Javier Molaro