Antes que nada quisiera destacar y sincerarme. Si bien soy estudiante de comunicación y por ende debería tener una relación más que estrecha con la escritura, por el solo hecho de no saber escribir, nunca he roto mis barreras e impedimentos para con la escritura, nunca pude quitar de mi mente falsas creencias a mi persona sobre mi imposibilidad para escribir. Y esto me ha traído problemas durante mi vida universitaria a la hora de entregar monografías y trabajos prácticos. Con el correr de la experiencia en la universidad no he aprendido a escribir, pero si le he tomado la mano a ciertas formas y estructuras de escritura. Expresar por papel lo que cierto autor dice o sabe sobre un tema. Esto me ha posibilitado no estancarme en mi evolución cómo estudiante universitario, sino que además jamás despertó mi apetito por quitarme el vicio de no saber escribir.
En algún momento cuando el teatro comenzaba a nacer en mi, me aliste dentro de un grupo de taller literario dirigido por un psicólogo llamado Nicolás Polianski, en el centro Cultural Gral. San Martín de la Cáp. Fed. El taller se llamaba “Introducción a la creación literaria” y me encantaba porque en dos horas que duraba por semana, por clase veíamos teoría y en el momento la llevábamos a la práctica con breves escritos y sobraba tiempo, y todo, para criticarnos entre todos. Sinceramente fue el comienzo a salir de mis estructuras que me imposibilitaban el aprender a escribir. Supuse en ese entonces solo tomar las herramientas necesarias e imprescindibles de la técnica en escritura para solo conocerla ya que, también comenzaba a descubrir que no era bueno para crear sino para representar lo que otro supo exponer en ideas y en papel. Comencé a vivenciar que mi destino en la tierra era hacerme fuerte en aquello que siempre me resultaba fácil, comprender ideas y orarlas, siempre fui bueno para aprender con facilidad lo que sea y creo que por eso caí de improviso en el mundo de la actuación y no encajé en el de la redacción. Pero esta historia merece seguir en un diván o en una charla con amigos.
Volviendo a la materia y a esta reflexión que remite a las experiencias con la entrevista cómo con la crónica, siento un gran placer por haberlas transitado con gusto y pasión, ya que he podido hacerlas en relación a temas y personas que son cercanas a mi vida y principalmente a mis intereses futuros de realización personal. Por ejemplo, siempre quise conocer más a fondo y en profundidad a mi primer profesor y mentor en el teatro, y haberle hecho la entrevista a Roberto Cesan me dio esa posibilidad. Conocer lo que otros alumnos no. Eso esta bueno. Y ni hablar de la crónica, plasmar un momento de mi vida junto a un grupo, y vivenciar sacando a la luz, la importancia social de lo que uno hace y es para con los demás, para con su publico. No tiene palabras.
Estos trabajos dieron vida en mí, por su importancia cómo tales, más allá del ámbito universitario para el cual fueron destinados.
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